PRIMERA SEMANA DE CUARESMA. ¿Quién eres tú? María Magdalena

Se me conoce como la mujer de la que Jesús echó siete demonios. Sí, estaba totalmente apartada de Dios, cometí tantos males… ¡hasta aquellos que no puedes ni imaginar! Así… ¿quién me iba a perdonar? ¿quién me iba a querer de verdad? ¡ni yo misma podía! Pero… Él me amó, me perdonó, jamás olvidaré esa mirada de MISERICORDIA…


«Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos hallarán MISERICORDIA»… Para Jesús, lo primero y último era la MISERICORDIA. Toda su vida estuvo marcada por el amor que llegó hasta el perdón mientras estaba siendo crucificado: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». 

DIOS NOS COMPRENDE, NOS ESPERA, NO SE CANSA DE PERDONARNOS SI SABEMOS VOLVER A ÉL CON EL CORAZÓN ARREPENTIDO.

No olvidéis que nada de cuanto un pecador arrepentido coloca delante de la MISERICORDIA de Dios queda sin el abrazo de su perdón. 

Cuando miro alrededor puedo comprender que Él no se cansa nunca de perdonar, sois vosotros los que os cansáis de pedir perdón. Solo cuando uno se siente perdonado, puede ser misericordioso.

Jamás olvidaré su voz llamándome tras la resurrección: «¡María!» Él me devolvió toda mi dignidad, esa que yo misma había pisoteado. Nunca pensé que nadie pudiera volver a mirarme con MISERICORDIA, es más, no me sentía merecedora de perdón.

Se me conoce como la mujer de la que Jesús echó siete demonios. Sí, estaba totalmente apartada de Dios, cometí tantos males… ¡hasta aquellos que no puedes ni imaginar! Así… ¿quién me iba a perdonar? ¿quién me iba a querer de verdad? ¡ni yo misma podía! Pero… Él me amó, me perdonó, jamás olvidaré esa mirada de MISERICORDIA y esas palabras: «No temas, que te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú eres mío».

Él vio en mí mi verdadero ser,  -lo que nadie supo ver-, me perdonó y me amó de una forma distinta, -como nadie nunca lo había hecho-, colmó mis vacíos y sanó todas mis heridas.

Cuánto lloré, María, con dolor y arrepentimiento, sabiendo que no había amado como debía, pero que tenía la oportunidad nueva de amar más y mejor.

Fue por eso que tuve la valentía de estar al pie de la cruz, yo, la pecadora, la perdida, a la que llamaban loca y la que era juzgada por todos. Y pude hacerlo porque, al saberme perdonada, al experimentar la MISERICORDIA de Dios, pude entender que nada de este mundo se compara con un Amor real como el de Jesús y que hay que ir con Él, hasta donde sea necesario, enfrentando todo, yendo a contracorriente. Fue ese amor, llámalo loco si quieres, el que me impulsó a atravesar la ciudad, sola, para ir a preparar el cuerpo de Jesús. Y una vez más, Él no se dejó ganar en generosidad; me volvió a llamar por mi nombre, ese que tanto tiempo había sido manchado, y se me apareció, consoló mi corazón, volviendo a transformar mis lágrimas en gozo, haciéndome la primera testigo de su resurrección. 



  • ¿Has sentido alguna vez que lo que has hecho no será perdonado? ¿Has ocultado, alguna vez, algún pecado, por miedo o vergüenza? Escribe cómo te sentiste en ese momento.

  • ¿Cuándo fue la última vez que te confesaste y te sentiste perdonado?

  • Tú, que tantas veces has recibido la paz de Dios, su perdón, su misericordia, ¿eres misericordioso con los demás? Di hechos concretos.

 

Señor Jesús, ¡cuántas veces suplicamos MISERICORDIA, a tu Corazón, rezando rutinariamente! Hoy me asomo a tu Corazón con espíritu nuevo; con la confianza de quien sabe que en tu Corazón se encierra la ternura del Corazón de Dios. 

Tu Corazón es refugio para el pecador, donde oigo la palabra salvadora, que me sostiene y renueva: «Yo no te condeno». Aunque caigas siete veces al día, Yo no te condeno; aunque los demás te juzguen, Yo no te condeno; aunque tú mismo te condenes, Yo no te condeno. 

Que la súplica de tu MISERICORDIA cambie mi corazón de piedra en un corazón misericordioso y humano.

Corazón de Jesús, trono de MISERICORDIA,  ten MISERICORDIA de mí.

Amén.