«Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada.»
Lc 2, 6-7
Pronto entendí que Dios tenía que ser así, tenía que nacer de lo humilde.
En el silencio de la pobreza, José y yo esperábamos, ateridos y asustados, en la paz infinita del Dios que descendía sobre nuestras cabezas.
«¡TODO FUE TAN SENCILLO! ÉL VINO, SIMPLEMENTE. LE ESPERABA DISTINTO, UN DIOS ENORME Y RESPLANDECIENTE, ALGO QUE SEÑALASE SU PRESENCIA DIVINA. Y ERA UN NIÑO. SOLO UN NIÑO.»
Y allí el niño continuó siendo un niño, creciendo como los demás niños…».
- ¿Cómo espero yo que venga Dios?
- ¿Dónde Le busco?
- ¿Creo que puedo encontrar a Dios en mi vida de cada día, en mi familia, en el colegio y con mis amigos? Pienso en tres situaciones concretas.
Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A Ti, celestial Princesa,
Virgen Sagrada María,
yo te ofrezco en este día
alma, vida y corazón.
Mírame con compasión,
no me dejes, Madre mía.