Veo, veo. ¿Qué ves? El cielo más cerca y el mundo del revés

Abril 2018 Sor María Teresa Avellaneda Ruiz
¡Dios te bendiga y pague con lo mejor: su amor y su intimidad…!, por haber sido ayudante de quirófano, auxiliar de U.C.I., enfermero y un largo etcétera en este pequeño «Juego de Amor» en el que el Señor nos ha metido… Porque ciertamente estamos “jugando” todos… 
Lo primero es un infinito ¡gracias! ¡A ti! ¡A cada uno!

¡Dios te bendiga y pague con lo mejor: su amor y su intimidad…!, por haber sido ayudante de quirófano, auxiliar de U.C.I., enfermero y un largo etcétera en este pequeño «Juego de Amor» en el que el Señor nos ha metido… Porque ciertamente estamos “jugando” todos.

Mientras me hacían esas “cremallerillas” de arriba a abajo por la cabecita y las manos del Padre guiaban al neurocirujano, ahí estabais todos: “¡batallón orante!” de toda edad, parentesco diciéndole “ajó” al Crucificado, desgranando Ave Marías, partiendo la noche, ofreciendo lo más grande: la Eucaristía, peregrinando a Fátima para orar, y un largo etc. Con sabor a familia Madre Carmen que se crecía en la dificultad…

¿Y quién soy yo para que me visite desde tan intensa plegaria, la Madre de mi Señor?

¡Ciertamente el mejor regalo que podemos hacer y que nos pueden ofrecer es la oración!


Y comienza el maratón de ternuras, hecho de servicios concretos…

¡Es que vosotros sabéis aquello de: “a Mí me lo hacéis”!: mi Madre Superiora, que no renuncia a ser la de la primera noche, esta Comunidad de ángeles de la residencia de Sevilla que con discreto despertador surcan cada 2 horas la habitación de la “cabezoncilla panki” (así parezco, je, je), ingenios para engañar a mi paladar, que se le volvieron chalaos los sabores y el apetito… y un largo etc. que tiene el sello de nuestra Madre Carmen y su locura por la vida de familia. Mis hermanas que dejan hijos, nietos, adelantan días del verano para echar una manita; mi Comunidad disponible para lo que vaya haciendo falta… la Comunidad Educativa, alumnos, familiares, amigos… ¡nuestra entrañable familia de Paz y Bien, reza que te reza…!; los ancianos residentes y familiares ofreciendo sus dolores y oraciones… ¡Madre mía…!

¡Menos mal que estos son asuntos de “cielo” y el Esposo pagará por esta “mendiga” con lo mejor: su Amor esponsal y fecundo que os inundará de su gozo pascual!

Sí, con mis pantuflas granates que parecía San Felipe Neri y la cancioncilla: “paradiso, paradiso, preferisco il Paradiso” entré en quirófano en paz y pensando se acercaba las «bodas definitivas…» pero parece que el Padre dispone de momento, que sigamos “jugando”.

¿A qué? 

Pues a lo que titulo este sencillo compartir: a vivir más –como nos dicen las lecturas evangélicas pascuales de estos días– mirando al Cielo, a la Vida Eterna, para ver nuestra vida terrestre de forma más preciosa, nuestra hermosísima vocación de cristianos y nuestra misión de Familia Franciscana de los Sagrados Corazones… ¡del revés!

Os preguntaréis… ¿Cómo? 

Pues desde el único “club” al que de verdad pertenecemos: el de la Magdalena, pecadora que se reconoce frágil y amada… Así sin quedarnos en las cosas caducas: el juicio, la indiferencia, el egoísmo, la soberbia, el cumplimiento por encima del discernimiento, el qué dirán, el subir o bajar… sino el suplicar el don del Espíritu simplemente para lo único que queda al final: ¡dejarnos Amar Redentoramente! Amar abrazada esponsalmente a Cristo. Amar descubriendo en cada acontecimiento, dolor,… Su Misterio de ir purificando a su esposa, a su pueblo. Amar escuchando, acompañando, sirviendo…

Como en Señor me regala horas de insomnio, puedo permitirme el lujo de entrar de puntillas en la noche de Jesús con el Padre e interceder a su lado por cada uno, acogiéndoos en la cercanía orante del Señor… ¡Dios mío cuanto regalo inmerecido!

Somos un panecillo en sus manos…

Él dispone cuando arranca la espiga, cuando la tritura, cuando la cuece en el horno de su Corazón… Sí, no estamos solo en manos de los médicos, estamos en manos del “Panadero”, que está haciendo su pan, sobre el que algún día podrá decir: ella es conmigo el Cordero que se entrega contagiada de mis ansias Redentoras… Con la mirada del Padre –y solo en el poder de su Espíritu–  para que nadie se pierda, para que todos se salven.

Volvamos muchas veces a esa ventana de la vida eterna, nuestro destino eterno… como hacía Madre Carmen… ¡Oxigena nuestro talante de peregrinos, tan franciscano!

Para no cansaros, simplemente añadir que estas cosillas las voy viviendo como todos, con sus horas de Getsemaní en la UCI, con su compás de espera de resultados y pasos siguientes a establecer y seguir, es decir, donde el don de la fe, y el milagro diario de la oración, que resulta ser una nueva relación, una nueva alianza con Cristo Redentor y en su esposa la Iglesia, que es mi querida Comunidad, Congregación, con cada uno de los que el Padre asocia a mi vida… y resultan ser muchos, ¡todos!

¡Que nadie se pierda, que nadie se quede sin saber que es un Hijo amadísimo, llamado a ser eternamente feliz y a disfrutar las primicias de la vida eterna. ¡Ya! Entregándonos con Él en cuerpo y alma al Amor Misericordioso.

Este pobre anuncio del Amor de Jesucristo en este momento de mi vida que inicio sé que, por su poder, será un incendio de amor en nuestras Comunidades, grupos de Paz y Bien, Claustros, Residencias, si Él lo dispone así.

Ahí, Madre Carmen y su secretaria Madre Carlota, abanderadas de nuestra olimpiada: Escucha para descubrir, la voz del Padre en cada acontecimiento y corazón para que el Espíritu Santo haga el milagro de no soltarnos de la mano del Maestro, Esposo y Redentor, y hacer su voluntad, en lo que vaya disponiendo.


¿Mamá María?

Como siempre: Volcán de Amor, que Corderilla Santa que entrega en cada Eucaristía su “Corderillo”, para rescatar a la esposa.

¡Mamá María! Y su bendita arma del Rosario, que convierte muchas horas del día y de la noche en serena intercesión, en Ave Marías con “etiquetas” como intenciones: salud de…, para que A… mejore; para que C…, supere la crisis; para que miremos al cielo más, para simplemente estar en los Misterios de Hijo.

Y al concluir sólo quisiera, tras ese sencillo compartir y como único comentario, rezamos el Ave María y clamemos a una voz todos:

¡Bendito sea Dios que tanto nos quiere! ¡Cuando miro al cielo…!

¡AQUÍ ESTÁ LA ESCLAVA DEL SEÑOR! ¡HÁGASE EN MÍ SEGÚN TU PALABRA!

Amén.  ¡Aleluya!

Dios os lo pague.


Vuestra hermana que os quiere

Sor María Teresa Avellaneda Ruiz

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