«SI, PADRE…

…los perdono de todo corazón.»

Estas fueron las palabras que nuestra Beata Madre Carmen respondió a su confesor cuando él, poco antes de su muerte, le pregunta si perdona a todos los que le han ofendido y calumniado. 

Esta respuesta no es algo improvisado es el resultado de una vida hecha de misericordia, de la misericordia de Dios traspasando el alma de nuestra querida Madre para derramarse sobre todos los que a ella se acercaban, misericordia concretada en obras y en gestos supremos de perdón.

Hace 9 días, y precisamente el día 9 de este mes, recordábamos el encuentro de nuestra Madre con Dios en el cielo. Recordábamos con emoción el broche final de toda una vida vivida por Dios y para Dios:

Ella superó
con una altura espiritual extraordinaria todas las situaciones que la vida
puede presentar a una mujer: niña y joven piadosa, alegre y caritativa; esposa
entregada a Dios y fiel a su marido, sin escatimar esfuerzos en los largos años
de su difícil matrimonio; viuda magnánima y de profunda espiritualidad; y
religiosa ejemplar consagrada al Señor.

Si
toda su vida estuvo orientada a Dios, en la recta final aceleró el paso;
hablaba mucho del cielo. Así, desprendida de todo, mirando la imagen de la
Virgen del Socorro, murió
en el convento de Nuestra Señora de la Victoria, en
Antequera, primera casa de la Congregación, el 9 de noviembre de 1899.

A ella le pedimos que nos haga como ella incansables en los esfuerzo por llevar el Amor y la Misericordia de Dios a todos los hombres y que desde el Cielo, dónde ya está plenamente unida a su amado Jesús, nos mire siempre y nos acompañe en cuanto emprendamos para que penetradas de su mismo espíritu lo hagamos todo buscando la mayor Gloria de Dios.