SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA. ¿Quién eres tú? Pedro y Judas

Me encanta recordar ese momento porque fue curioso. Podría decir que Jesús y yo no nos encontramos directamente. Quiero decir, que conocí a Jesús gracias a mi hermano Andrés, que me contó que había encontrado al Mesías. ¡Menudo anuncio! Todo el pueblo de Israel esperando durante tantos años y mi hermano me decía que lo había encontrado…

Por extraño que parezca, la mirada de Jesús en la cruz me recuerda a la que años atrás había visto en Belén. Es una MIRADA LIMPIA. Envuelto en pañales y reclinado en el pesebre, porque no había sitio en la posada, Jesús mira a todo el que se acerca a Él. Vienen a adorarle, a entregarle sus dones.

¡Cuántas miradas correspondidas! 

DESDE LA CRUZ SIGUE BUSCANDO, CON UNA MIRADA LIMPIA; VIDAS A LAS QUE OFRECER LA SALVACIÓN.

Desde la primera mirada de Belén, pasando por la última del Calvario y todas las que hasta hoy ha dirigido después de su resurrección, solo Dios y Él saben cuántos corazones han sido buscados, encontrados y transformados por el Amor.

Nunca dejes de mirarle y corresponder a esa MIRADA LIMPIA con la que Él te llama, abraza tu realidad y la transforma en Vida.

Mirarle o no mirarle… he ahí la salvación.

María: Pedro, ¿qué estabas haciendo cuando Jesús te miró por primera vez?

Pedro: Me encanta recordar ese momento porque fue curioso. Podría decir que Jesús y yo no nos encontramos directamente. Quiero decir, que conocí a Jesús gracias a mi hermano Andrés, que me contó que había encontrado al Mesías. ¡Menudo anuncio! Todo el pueblo de Israel esperando durante tantos años y mi hermano me decía que lo había encontrado. Claro, María, que este anuncio, comparado con el tuyo… se queda en nada. Pero cada uno vive su encuentro con Jesús como un momento realmente especial.

María: Así es. El saludo del ángel no lo olvidaré jamás. Y la conversación, claro. Realmente era Dios.

Pedro: Te sigo contando.

María: Sí, sí. ¿Qué ocurrió después?

Pedro: Me llevó a Jesús, que se me quedó mirando y me llamó por mi nombre.

Judas: Qué distinta es mi historia. No por Jesús, sino por mí. Él me miró; sin embargo, yo le miré en un primer momento y luego me aparté de Él. Qué oscuridad tan grande hay en el corazón cuando se mira donde no está Jesús.

  • Piensa en un momento concreto de tu vida en que te has sentido mirado por Jesús. Recuerda el lugar, el momento,… todo lo que SU mirada trajo a tu vida. ¿Cómo te sentiste? ¿Por qué?
  • Trae ahora a la memoria del corazón otro momento en que hayas podido apartar tu mirada de Jesús, aunque haya sido solo instante. ¿Cómo te sentiste? ¿Por qué?
  • Al mirar a Jesús, ¿qué ves en sus ojos?

Señor Jesús, yo también he sido elegido por Ti y llamado por mi nombre. Tú sabes mi historia y el trecho del camino que he recorrido Contigo y, también, lo que he caminado sin Ti. En tus ojos encuentro la mirada de quien me conoce de verdad, que sabe de mis fallos, heridas, miserias; pero que, aun con todo eso, me hace sentir una persona única e irrepetible. 

Jesús, Tú me miras y tu mirada me llega al corazón. Es una MIRADA LIMPIA. Me miras por dentro y eres capaz de ver en mí lo que casi ni yo intuyo. 

Ayúdame a caminar fijos los ojos en Ti, a pesar de mis negaciones. Desde lo más profundo de mi corazón te pido que no permitas que nada ni nadie me separe de Ti.

Amén.