SAGRADOS CORAZONES DE JESÚS Y MARÍA…

El pasado viernes celebrábamos la Solemnidad del Corazón de
Jesús.

Ésta se entrelazó con la figura del Buen Pastor, que expresaba
esta hermosa realidad: el amor infinito de Cristo que dio la vida por su rebaño
y se dejó traspasar el corazón
para que fuese para todos una fuente de
salvación. 

Jesús no se limita a guardar su rebaño en bloque ni se contenta
con que se salve la mayoría, antes deja solas las que están ya al seguro para
ir en busca de la única pérdida. Habrá sido imprudente, caprichosa, terca y aún
rebelde; no importa. Es una criatura que el Padre le confió para que no perezca;
por eso Jesús la busca y la sigue hasta conseguir tomarla sobre sus hombros y
devolverla al redil. Entonces todo es fiesta y alegría en el cielo y en la
tierra.

Así mismo, el sábado, celebrábamos el Inmaculado Corazón de María. 

Hablar de su Corazón es hablar de toda su persona, pero contemplada desde dentro, desde su máxima interioridad: desde el amor con que Dios la ama y con que ella ama a Dios y a los hombres. 

«María guardaba todo y lo meditaba en su Corazón» (Lc 2,19)