Nuestra experiencia en el Camino de Santiago desde Mataró…

31 de julio – 6 de agosto de 2010

Santiago de Compostela

¡Cuántas ilusiones en cada corazón! ¡Cuántas sendas recorridas previamente para ponernos en forma! ¡Cuántas experiencias,
alegrías y momentos inolvidables vivimos!

Nuestra experiencia en el camino de Santiago ha sido inolvidable. Desde que nos dijeron que podíamos participar en este encuentro, comenzó nuestro camino interior.

¡Cuántas ilusiones en cada corazón! ¡Cuántas sendas recorridas previamente para ponernos en forma! ¡Cuántas experiencias, alegrías y momentos inolvidables vivimos el grupo, hasta que, por fin, llegó el día…!

Cargados con nuestras supermochilas y con el corazón lleno de entusiasmo, el 31 de julio subíamos al tren de cercanías de Mataró con destino a Barcelona. Llegamos al lugar de encuentro: el Seminario de Barcelona. Saludos, sonrisas intercambiadas… Aquello ya se ponía en marcha. Nos dirigimos al autocar asignado y cuál fue nuestra sorpresa cuando descubrimos que nos tocaba viajar con el grupo de seminaristas de Barcelona. Pronto entablamos conversación.

SANTIAGO CANTA, LAS ESTRELLAS VERÁS. Y sí que las vimos en esa noche de viaje y en ese cielo que con su manto nos cubría velando nuestro sueño, interrumpido solamente por las paradas donde nos fuimos uniendo a los peregrinos de las otras diócesis catalanas. ¡Cuántos jóvenes anunciaban con sus cantos y sus actitudes la presencia de Jesús!

Por fin, llegamos a Valença, a la frontera que separa España con Portugal. Desde allí, nos dirigimos andando hacia Tui donde celebramos la Eucaristía. A partir de ahí comenzó nuestro camino.

Cada día, al amanecer, nuestro primer saludo siempre era para Jesús. Unidos como comunidad rezábamos Laudes. Aquí encontrábamos la fuerza para hacer esos kilómetros que a veces se hacían interminables: caminos pedregosos, paisajes bellos, sudor, cantos, pies dañados, saludos con otros peregrinos: “Buen Camino”. Al realizar el recorrido de cada jornada, sentíamos una alegría grande: habíamos cumplido parte del reto: cuánto se agradecía la ducha que aliviaba nuestros pies cansados.

En este itinerario tuvimos tiempo para todo: la oración, la diversión, la experiencia compartida y el encuentro con Jesús en la Eucaristía, el alimento espiritual que necesitábamos.

Por fin, el 6 de agosto llegamos a SANTIAGO. Cuando en una montaña alta divisamos las torres de la Catedral, las lágrimas asomaron a nuestros ojos. ¡Cuánta emoción: abrazos, sentimientos de hermanos que conseguían llegar a ese abrazo no solo con el apóstol Santiago, sino con el mismo Jesús que nos esperaba para encontrarse con nosotros.

Allí en Santiago la acogida fue maravillosa. La oración con los jóvenes, la exposición del Santísimo… todo estaba cuidado para hacer posible EL GRAN ENCUENTRO. Realmente podemos decir que en muchas ocasiones nuestro corazón saltó de gozo y estalló en chispas de alegría y no solamente el nuestro, sino el de tantos jóvenes cristianos que con su actitud estaban demostrando que seguir a Jesús merece la pena, que verdaderamente es Él el único CAMINO que conduce a la verdadera dicha.

Finalizamos este encuentro con la Eucaristía en el estadio de San Lázaro. Nos sentimos acompañados y mimados por nuestros pastores. Después del regalo más grande: EL RECIBIR A JESÚS EUCARISTÍA, Él mismo nos tenía preparada una sorpresa: como espontáneos que saltan al ruedo, fuimos corriendo hasta el lugar preparado para celebrar la Eucaristía, allí se alzaba la CRUZ PEREGRINA. Estaba ya siendo acordonada por voluntarios para protegerla. La providencia, el mismo Jesús nos dejó besarla y abrazarla. No fue sólo un gesto de efusión del momento, sino una decisión firme de seguir, en la Iglesia, a Jesús crucificado. Sentimos en nuestro corazón que el verdadero CAMINO comenzaba a partir de este momento.

Gracias a todos los que han hecho posible este encuentro. Un diez para toda la organización. Nos hemos sentido en familia, la gran familia de los hijos de Dios.

MUCHAS GRACIAS Y HASTA LA PRÓXIMA. ¡NOS VEMOS EN MADRID!

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