Marzo con corazón de Madre

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.

Jn 19, 25-27

Pensé que ya no habría dolor mayor que aquel y tal vez mi presencia fuera la última dulzura que Él gustara de este mundo. Corrí hacia Él. Nadie me conoció. Cuando los hombres miran con odio no ven, no ven. Él, sí me vio. 

PODRÁN PASAR LOS SIGLOS Y NO OLVIDARÉ NUNCA AQUELLOS OJOS, QUE AL MISMO TIEMPO HERÍAN Y CURABAN.

De su muerte nada os diré. Sería necesario abrirme el corazón para decirlo. Solo que la fe vivía en la esperanza…  

  • ¿Qué hago cuando sé que alguien está sufriendo? 

  • ¿Y ante mi sufrimiento? ¿Miro la Cruz? ¿Pido ayuda a María?

  • ¿Cómo reacciono ante lo que no sale como yo quiero? Pongo ejemplos.

Acuérdate, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno
de los que han acudido a tu protección, implorado tu asistencia o reclamado tu socorro haya sido abandonado de Ti.

Animado con esta confianza, a Ti también acudo, ¡oh Virgen, Madre de las vírgenes!; y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante tu presencia soberana.

¡Oh, Madre de Dios!, no deseches mis humildes súplicas, antes bien, escúchalas y acógelas favorablemente. Así sea.