¡Felicidades, Madre Carmen!

Hijas mías, ¿me seréis fieles en la obra que vamos a comenzar? Jesús mío, no te pido otra cosa, en esta noche tan memorable, sino que no se condene ninguna religiosa de las que entren en este convento.

Estas palabras de Madre Carmen, 139 años después, resuenan en nuestro interior como llamada a la fidelidad en nuestra vocación de Hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones. 

Aquí en este lugar, empezó el sueño de Dios en Madre Carmen. 

Así de sencillo y así de grande; como son las cosas de Dios. 

Al fin, el 8 de mayo de 1884 se terminan las obras imprescindibles. Han sido días de trabajo intenso para Doña Carmen y sus compañeras. ¡Hubo que salvarse tantas dificultades para la rehabilitación del convento y adaptarlo a las exigencias de la nueva fundación!…

Hacía ya muchos años que no resonaban en los viejos muros de la Victoria palabras de entrega y fidelidad.

Esa tarde, Doña Carmen, seguida de tres de sus compañeras —Josefa Rabaneda, Ana Martínez y Francisca Lisaso— en un acto que rezuma por los cuatro costados sencillez franciscana, toma posesión de la Casa que sería la cuna de la naciente Congregación.

Con los brazos extendidos en cruz, augurando más que solicitando fidelidad, deja caer firmes aquellas palabras:

«Hijas mías, ¿me seréis fieles en la obra que vamos a comenzar?»

 

¡Madre Carmen, queremos ser fieles! Contigo decimos hoy:

«Bendito sea Dios que tanto nos quiere»

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