Sus padres solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
[…] Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo. Al verlo, le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?».
Cf. Lc 2, 41-49
Jesús iba creciendo. Tenía ya doce años cuando vino con José y conmigo en peregrinación al Templo de Jerusalén.
Jerusalén era la ciudad de Dios, y el templo Su casa. Llegó el momento de regresar a Nazaret pero, sin que nos diéramos cuenta, Jesús se quedó allí.
ANGUSTIADOS LO BUSCAMOS DURANTE TRES DÍAS. FUERON MOMENTOS DE PROFUNDO DOLOR.

- Si en mi vida Jesús ‘se me pierde’, ¿cuándo y cómo me doy cuenta?
- ¿Cómo busco a Jesús? ¿A quién y a qué acudo?
- ¿Qué importancia tiene para mí ‘el Templo’ (estar allí, las celebraciones, los momentos de silencio…)?
Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas que te dirigimos
en nuestras necesidades, antes bien,
líbranos siempre de todo peligro,
¡oh Virgen, gloriosa y bendita!
Amén.