Febrero con corazón de Madre


Sus padres solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. 

[…] Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo. Al verlo, le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados». Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?». 

Cf. Lc 2, 41-49

Jesús iba creciendo. Tenía ya doce años cuando vino con José y conmigo en peregrinación al Templo de Jerusalén.

Jerusalén era la ciudad de Dios, y el templo Su casa. Llegó el momento de regresar a Nazaret pero, sin que nos diéramos cuenta, Jesús se quedó allí. 

ANGUSTIADOS LO BUSCAMOS DURANTE TRES DÍAS. FUERON MOMENTOS DE PROFUNDO DOLOR.

Cuando por fin lo encontramos, hablamos de lo sucedido. Jesús nos sorprendió una vez más al recordarnos que Él debía estar en las cosas de su Padre…  

  • Si en mi vida Jesús ‘se me pierde’, ¿cuándo y cómo me doy cuenta?

  • ¿Cómo busco a Jesús? ¿A quién y a qué acudo?

  • ¿Qué importancia tiene para mí ‘el Templo’ (estar allí, las celebraciones, los momentos de silencio…)?

Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas que te dirigimos
en nuestras necesidades, antes bien,
líbranos siempre de todo peligro,
¡oh Virgen, gloriosa y bendita!
Amén.