Enero con corazón de Madre

«Cuando se cumplieron los días de su purificación, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor. Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: “mis ojos han visto a tu Salvador”. Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. 

Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: “Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción –y a ti misma una espada te traspasará el alma–, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones”. 

Había también una profetisa, Ana. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.»

Cf. Lc 2, 22-38

Andando hacia Belén, tuvimos tiempo de meditar sobre lo que nos había ocurrido. Sentí como si un ángel pasara su dulce mano por mi corazón oprimido tras escuchar las palabras del anciano Simeón.

NOTÉ QUE LA CLARIDAD DEL SEÑOR NOS ENVOLVÍA Y RECUPERÉ LA PAZ.  

«Mira –le dije a José–, conviene que veamos el lado bueno de las cosas… Lo más importante es que este niño que tenemos que cuidar es, efectivamente, el Mesías».  

  • ¿Recuerdas quién te ha presentado a Jesús a lo largo de la vida? Anota sus nombres y da gracias a Dios por ellos.

  • ¿Tú a quién le has presentado a Jesús?

  • ¿Quién necesitaría que se lo presentaras?

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra; Dios te salve.

A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva;
a Ti suspiramos, gimiendo y llorando,
en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos;
y después de este destierro muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.

¡Oh clementísima, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!

Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
Para que seamos dignos de alcanzar
las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
Amén.