Diciembre con corazón de Madre

«Y sucedió que, mientras estaban allí, le llegó a ella el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada.»

Lc 2, 6-7

Pronto entendí que Dios tenía que ser así, tenía que nacer de lo humilde.

En el silencio de la pobreza, José y yo esperábamos, ateridos y asustados, en la paz infinita del Dios que descendía sobre nuestras cabezas.

«¡TODO FUE TAN SENCILLO! ÉL VINO, SIMPLEMENTE. LE ESPERABA DISTINTO, UN DIOS ENORME Y RESPLANDECIENTE, ALGO QUE SEÑALASE SU PRESENCIA DIVINA. Y ERA UN NIÑO. SOLO UN NIÑO.»  

Y allí el niño continuó siendo un niño, creciendo como los demás niños…».  


  • ¿Cómo espero yo que venga Dios?

  • ¿Dónde Le busco?

  • ¿Creo que puedo encontrar a Dios en mi vida de cada día, en mi familia, en el colegio y con mis amigos? Pienso en tres situaciones concretas.

Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,

pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.

A Ti, celestial Princesa,

Virgen Sagrada María,

yo te ofrezco en este día

alma, vida y corazón.

Mírame con compasión,

no me dejes, Madre mía.