Bendita sea tu pureza, y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza.
A Ti celestial Princesa, Virgen Sagrada María,
yo te ofrezco, en este día, alma vida y corazón.
Mírame con compasión, no me dejes,
Madre mía. Amén.
Aquel mismo día, dos de ellos iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: «¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?». Ellos se detuvieron con aire entristecido.
Amigo: imagínate aquel momento y que tú seas uno de ellos. Habéis salido desconsolados, incluso confundidos. Cuántas veces nos pasa esto en la vida tras una noticia dura, tras un amigo que te ha fallado, ante alguna prueba que no has podido superar… y ¿qué pasa? Seguro que te sientes igual que ellos.
María, la Inmaculada Joven, quiere que no te desorientes; no quiere que te quedes en ti. María quiere que descubras al que tienes a tu lado, a quien se pone en el camino a tu lado. María se pone hoy en tu camino de Emaús, para que alces la mirada y contemples al que está siempre a tu lado.
Pisa fuerte y deja huella
Puedes descargar desde aquí el archivo pdf con la oración: «La Inmaculada Joven».
Textos de Raúl Tinajero