CUARTA SEMANA DE CUARESMA. ¿Quién eres tú? Juan

Soy el discípulo a quien Jesús amaba. No es que a los demás no los quisiera, ¡claro que sí! Pero yo siempre sentí ese AMOR de predilección que Dios tiene por cada uno de nosotros. Él me amó con todo su Corazón. Jamás podré olvidar el día, la hora y el sitio en que me encontré por primera vez con Él. Fue el momento más importante de mi vida. Por eso no puedo dejar de hablar de lo que he visto, oído y vivido…

Así es, soy el discípulo a quien Jesús amaba. No es que a los demás no los quisiera, ¡claro que sí! Pero yo siempre sentí ese AMOR de predilección que Dios tiene por cada uno de nosotros. Él me amó con todo su Corazón. Jamás podré olvidar el día, la hora y el sitio en que me encontré por primera vez con Él. Fue el momento más importante de mi vida. Por eso no puedo dejar de hablar de lo que he visto, oído y vivido. 

Soy galileo, hijo de Zebedeo y Salomé, hermano menor de Santiago, con quien aprendí el oficio de pescador: este es todo el currículo que tenía cuando fui elegido para seguirle. ¿Quién iba a decirnos a mi hermano y a nuestros amigos, Pedro y Andrés, la aventura en la que nos íbamos a meter después de escuchar aquel: «Venid y veréis, y os haré pescadores de hombres»? Desde aquel primer encuentro, Jesús ha sido mi camino.  

Jesús me amaba, ¡y me ama! pero cuánto me tuvo que corregir, quizá tantas veces como tantas me mostró su AMOR. A mi hermano y a mí nos llamaba «hijos del trueno»; éramos impulsivos, orgullosos, siempre queriendo ser los primeros y queriendo resolverlo todo con la violencia. Pero su AMOR nos transformó. ¿Sabes que mi nombre significa «Dios es misericordioso»? Y fíjate si lo fue, me hizo el mayor regalo: en la Cruz me entregó a María como Madre y desde aquel momento la recibí en mi casa.

Hoy solo puedo decir que Él me amó y en esa mirada lo entendí todo, porque…

Señor, tu voz cambió la vida de san Juan a orillas del lago de Galilea. Antes de conocerte era llamado «hijo del trueno», pero tu AMOR lo fue transformando hasta convertirse en «el discípulo amado». A tu lado aprendió a conocerse, a ser mejor persona y a darse a los demás, porque tu amistad fue la más importante de su vida.

Ayúdame, Señor, a aprender de él, a dejar a un lado mi impulsividad, orgullo y egoísmo. Quiero ser manso y humilde de corazón. Deseo ser como un niño, porque de los que son como ellos, es el Reino de los Cielos. Déjame reposar mi cabeza en tu pecho, compartir tus penas y alegrías, y permíteme aprender de Ti a recorrer el camino del AMOR.  

Gracias, Señor, por querer ser tan amigo mío como lo fuiste de san Juan. Ayúdame a saber verte en el día a día, a coger tu mano, dejarme guiar por Ti y a ser para los demás «discípulo del AMOR».

Amén.