ERA SÁBADO 30 DE JULIO…
Y a las 6:45 de la mañana ya estábamos de camino al lugar de donde partiríamos parte de la diócesis de Málaga hacia Santiago.
Días antes, nosotras habíamos comenzado a preparar todo lo que íbamos a necesitar: mochila, ropa, saco de dormir, abriguito por si hacía frío… -que por las noches sí hizo frío-.
Poniendo nuestro viaje en losSagrados Corazones de Jesús y María comenzamos el trayecto en bus hasta Vigo, desde donde, al día siguiente, después de la bendición, comenzaríamos a caminar.¡Qué belleza de caminos! Pasamos por montañas y bosques, por playas, puentes y ríos; campos, pueblos y valles, Y, en todo esto, se palpaba las huellas de Dios.
Hubo momentos para todo: para hablar, reír, contemplar, orar, cantar, bailar, comer, pero, sobre todo, especiales, donde Dios se hizo muy presente, como en la Eucaristía de todos los días, y en la Vigilia.
Cuando al fin llegamos a la Catedral de Santiago ¡Cuánta satisfacción sentimos! ¡Qué alegría! Y también durante toda la estancia allí. La ciudad estaba llena de jóvenes, por cualquier lugar que íbamos, veíamos grupos de diferentes diócesis, pueblos, países…; y de pronto comenzaban a cantar en forma de saludo unos a otros:
– ¡Hola Don Pepito!
– ¡Hola Don José…!, etc.
Nuestra experiencia ha sido maravillosa. Gracias a Dios y a la Virgen, que siempre nos mantuvo bajo su manto,
Ya de regreso a Antequera, en el bus hicieron esta pregunta:
– ¿Con qué palabra podrías describir todo lo que hemos vivido?
Y entre tantas, esta tuvo mayor respuesta:
– ¡Familia!
Gracias Señor, por querer contar con todos nosotros. Somos tuyos.