«ALABADO SEAS MI SEÑOR…

POR LA HERMANA MUERTE…”

Los pocos días que faltaban para su
tránsito, San Francisco los empleó 
en
la alabanza
, animando a sus amadísimos compañeros a
alabar con él a Cristo. Invitaba también 
a
todas las criaturas a alabar y amar a Dios.

Y
aún hasta a la muerte misma, terrible y difícil para todos, la exhortaba a la
alabanza, y saliendo con gozo a su encuentro, la invitaba a hospedarse en su
casa: 
“Bienvenida seas –decía– mi
hermana muerte”
.  cf. 1 Cel, 109.  

San Buenaventura nos cuenta cómo fue su
muerte: